miércoles, 9 de diciembre de 2009

La mala junta


La relaciones, de cualquier especie, siempre comportan contradicciones. Muestra de ello, acaso extrema, es el proceso de revisión de la propia vida, fruto de la introspección que, según es fama, nos ha de llevar al conocimiento y a la sabiduría. Relación extrema por cuanto, obviando el resultado final, el estadio intermedio o de transformación comportaría la refutación de la propia naturaleza o de lo que por tal se tenga, Partiendo de ideas tan sencillas, podemos abordar una especie particular de relación, esta es, la establecida entre el cine y la literatura.
La literatura ha prestado al cine, con holgura y desinterés, multitud de historias. El cine, a veces con pasión, a veces con desgano, ha plasmado estos relatos, con acierto o desacierto, es decir, ha maltratado muchas veces el objeto de préstamo (se hacen más películas malas que buenas) y ofrecido a su vez pocas cosas a cambio ( es decir, pocas películas pasan a ser libros, con insignes excepciones, véase El tercer hombre de Carol Reed/Graham Greene. Como ejemplo contrario, puedo citar, venido desde los recuerdos infantiles, una novela que me obsequió mi mamá sobre la película E.T., en la cual mi mente no supo encontrar el tono de la película, que antes que en la complicidad de los protagonistas respecto del extraterrestre se centró en los problemas de un niño que vio, con dolor, el fin del matrimonio de sus padres y siguió sufriendo un rato más largo. Fin de un paréntesis demasiado largo).
De tan desigual intercambio deben surgir desacuerdos. El amor a la literatura puede llevar, sin que ello sea forzoso, a considerar al cine como una suerte de artesanía bien pagada (de sí misma), opinión que pudiera reforzarse revisando la escasa o ninguna profundidad conceptual de muchas de las películas actuales. O por el contrario, pueden también encontrarse aciertos similares a los que señala McLuhan : “Muchas películas se realizan hoy con un grado de penetración y de madurez que alcanza el nivel de los textos escolares. El Enrique V y el Ricardo III de Olivier reúnen una riqueza cultural y artística que revela a Shakespeare a un nivel muy alto, aunque de una forma de la que pueden disfrutar fácilmente los jóvenes”. Es decir, la diatriba es grande, es intensa, es antigua y por cuanto no se puede aquí resolverla, poco útil es hablar o escribir en demasía.
Ante las limitaciones negociadoras de quien escribe, sólo resta sugerir un aporte para una (¿nueva? ¿mayor? ¿distinta?) inteligencia de ciertos productos cinematográficos, esto es, acudir a la literatura como herramienta de análisis, como un modo de entender lo plasmado en imágenes a través de lo creado en palabras. No se pretende revisar la calidad de la adaptación de un texto literario al cine, pues esto es quedar en el problema planteado al inicio. No, lo que se busca es complementar la visión del largometraje, desde el punto de vista de su temática, su posición moral, su argumento o su contexto, buscando ecos (previos o posteriores) en determinadas obras de la literatura. Es decir, se estaría pidiendo que un verso o un diálogo correctos arrojen nueva luz sobre una toma o un encuadre. Se exige gran fe para ello y creo ser dueño de ella.
De esta manera propongo, espero que no con demagogia y a título de ejemplo, intentar entender algo adicional en Taurus de Sokurov a través de la visión de Tolstoi en La muerte de Iván Ilich o, tal vez, no doy fe, Good Bye, Lenin! con la lectura atenta de La salud de los enfermos de Julio Cortázar o El sitio de París, de A, Daudet. No se entusiasme mucho el lector, esperemos que las obras justifiquen a quien escribe y promete.

YA PARA EL FINAL: esta reflexión y cualquier otra que conste en este blog y de la cual sea yo más o menos responsable, deberá entenderse dentro de los parámetros siguientes: breve (el tiempo de atención en la web no es muy largo); desinformada (es posible hacer objeciones, el autor no es experto en nada, sobre todo en los temas sobre los que escribe); alejada del orden (moral, lógico, cronológico, jerárquico, alfabético ¿se entendió?). Con tal claridad en los lectores y sobre todo, en el escritor, puede continuarse. Si el mundo fuera como debiera ser, yo tendría más tiempo y mejor disposición, incluso buen talento, para escribir. Pero en estas circunstancias, las que he debido vivir y en las que, confieso, he estado más veces alegre que triste, estoy obligado a seguir. Ya veremos, espero no ir a un paso excesivamente. Sin embargo, ahí siempre estará, con sus buenos escritos, el amigo Bernardo, de modo que se puede tener esperanza en leer con cierta asiduidad nuevas entradas de este blog.

2 comentarios:

  1. No sé qué pasó con el comentario que ya hice, pues no aparece aquí, lo repito: Tu texto me hizo pensar en algo que no me había planteado, el que una película inspire un libro, hasta ahora sabía de lo contrario, el libro que se covierte en filme. Agrego otro comentario: Taurus no me gustó nada, el color de la película (no sé si vi una mala copia), el perfil del personaje, muy opresiva, no sé...Bettina Pacheco

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  2. Amigo, podrías ampliar sobre el tema del cine que se vuelve libro, es decir, de los filmes que han dado lugar a una obra literaria? No tenía noticias de eso.

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