lunes, 4 de junio de 2012

DAVID BOYLE Y LAS TRAMPAS DE LA FATALIDAD




No puedo ver Río místico (Clint Eastwood, 2003) sin sentir cierta ansiedad ante el personaje de Dave Boyle (Tim Robbins). Todo hubiera sido más fácil o al menos no tan complicado si hubiera dicho la misma mentira cada vez. Pero él no es responsable de su estabilidad, sabemos de la tragedia que lo persigue desde su niñez. Es un ser atormentado por los fantasmas de su pasado y en eso reside su inestabilidad.

Jimmy Markum (Sean Penn) sugiere en algún momento que está loco. Y aunque es la explicación más simple, parece ser la más cierta. El aspecto más importante de su esencia como personaje, sin embargo, es la fatalidad que persigue su vida. He visto muchas veces Río místico y llevo un tiempo dándole vuelta a la idea de que como personaje, Dave Boyle es uno de las propuestas más trágicas de que tengo noticias.

Sabemos, por Sófocles y Shakespeare, que el héroe trágico, ese ser humano acorralado por el destino, desconoce las consecuencias de sus acciones hasta el desenlace. En el caso de Dave, el final es el punto en el que menos sentido tienen las consecuencias de sus acciones.

Al principio del film, en el prólogo de hecho, sabemos todo lo que debemos saber de la víctima. Los detectives van descubriendo para sí algo que ya sabemos. Tan sólo nos muestran como novedoso algunos datos que les (y nos) ayudan a saber quién es el asesino y que apenas si demoran un par de minutos en revelarnos. El guión está pensado más para tenderle una trampa a David Boyle. En que las versiones que da de la herida en su mano apoyen las dudas de su esposa, en que su pasado tormentoso le dé sentido a un móvil inexistente, en que su coartada sea más culposa que las pruebas de su culpabilidad.

¿De quién es entonces la tragedia que nos cuenta Río místico? ¿De Katie Markum, la chica asesinada? ¿De Jimmy Markum? ¿De Celeste Boyle, la esposa de Dave? ¿De Brendan Harris, el novio de Katie? Todos han perdido algo y no obstante ninguno de ellos está tan atrapado por la fatalidad como Dave Boyle. Al contrario, todos se dirigen en una dirección que han decidido. David sólo quiere escapar de la que le tocó. Pero no puede. No se puede escapar de lo que no se controla.

La acción sigue varios cursos, todos orientados al mismo punto, y ese es un acierto de Clint Eastwood como director (me parece a mí que no lo suficientemente reconocido). Y aunque casi todos están equivocados, sólo uno termina en el río. Jimmy dice que en él se lavan los pecados, pero David Boyle no sabe que debe lavarlos, él sólo sabe que su vida está dividida en la niñez robada y los pedazos pseudo normales con los que intenta construir una vida corriente.

Pero lo más importante de todo es que el personaje de Dave nos enfrenta con lo inevitable y por eso quizás queremos cambiar sus versiones. Nos vemos ante en la necesidad de imaginar lo que hubiéramos dicho de haber estado en su lugar. De estar en el lugar de Sean Devine (Kevin Bacon), haber hecho más por controlar la ira de Jimmy. De ser Jimmy, de no haberle tendido un trampa tan descarada a nuestra propia ira. Es posible que Río místico, sobre todo, nos enfrente a los lobos que rondan la cabeza de David Boyle, de tantas maneras diferentes.

Río místico es una película compleja en la que cada pieza tiene un profundo valor referencial y por eso se nos cuenta con una fotografía opaca, casi nublada, que nos obliga a estar atentos. Sé que hay muchos temas y muchas posibles explicaciones, pero hoy que la vi de nuevo se me vino a la mente la idea de la fatalidad. He pensado que ésta, como el destino, sí existe... pero que sólo se revela cuando se cumple. El carro de los captores de Dave niño y el de los hermanos Savage son los cabos sueltos de un viaje que conducen a la misma trampa.

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